¿Quien dijo que las segundas partes nunca fueron buenas? Os presentamos el segundo artículo de Luís González para nuestro Blog. Si os gustó «Los relojes Vintage… ¿para usarlos o para mirarlos?» estamos convencidos de que este segundo post os hará desternillaros de la risa. Su brillante estilo narrativo pasea entre los variopintos perfiles tipológicos del coleccionista vintage. Lo hace con su acidez habitual pero con la mirada amable del que se siente parte. En mi opinión, un artículo que hubiese podido firmar el mismísimo Groucho Marx. ¡A disfrutar!
ESCRITO POR
LUÍS GONZÁLEZ
A partir de mi anterior entrada en este blog -que por cierto tuvo una excelente acogida, que agradezco- en un conocido foro de relojes se generó un interesante flujo de opiniones en el que a menudo aparecía y reaparecía una idea: “hay muchos tipos de coleccionistas”.
Me hizo pensar. Yo tenía más o menos claro que un o una coleccionista de relojes vintage es una persona sensata, de buen gusto, con cierta coherencia en sus elecciones (que puede ir mutando con los años), que sabe apreciar el llevar una pieza de 40 o 50 años, que usa a menudo algunos de sus relojes y que disfruta compartiendo y departiendo sobre ellos con gentes de similar gusto. No era particularmente consciente de que fuera un ser con demasiadas aristas definitorias o rasgos característicos propios.
Así que me puse a meditar un poco sobre la tipología de coleccionistas o aficionados que he conocido o con los que me he topado durante mis años orbitando en círculos vintageros. Y, sorpresa, resulta que efectivamente encontré abundante materia de reflexión; de repente se me empezaron a corporeizar diversos prototipos que, de manera inconsciente, ya tenía categorizados en mi mente con anterioridad.
Sin ningún ánimo de herir susceptibilidades de nadie –entre otras razones, porque yo mismo reconozco rasgos míos en varios de ellos- sino únicamente de relacionar y extrapolar a efectos informativos algunas pautas de conducta o procederes interesantes, vamos a ver algunos, descritos con un puntito de hipérbole paródica.
EL RECUPERADOR
También llamado por algunos, con cierta condescendencia, chatarrero. Para él, cualquier reloj con menos de dos milímetros de material genético adherido a la caja es una cosa de pijos. Los brazaletes limpios, los relojes completos o el concepto NOS ofenden su sensibilidad. Todo lo que sea pagar más de 10 euros por un reloj les parece poco menos que una extorsión. Eso sí, después se gastan cientos en máquinas de ultrasonido, crono-comparadores, herramientas relojeras de alta precisión, repuestos y productos químicos diversos. Gente de gran habilidad manual, en realidad aprecian más la mecánica que la relojería; son asiduos a mercadillos, donde les gusta ensuciarse las manos hurgando en los puestos menos prometedores. Son buenos y generosos: a menudo regalan lo que no pueden reparar y les encanta compartir sus útiles conocimientos prácticos.
EL FANÁTICO DE LO VINTAGE
Figura entrañable que suele relacionarse muy bien con el anterior, aunque a diferencia de él no repara o mete mano en sus relojes, por falta de pericia técnica o porque de algo han de comer los relojeros. Preferirá siempre lucir un reloj con evidentes signos de haber vivido que el mismo reloj en buen estado “porque un vintage ha de mostrar sus heridas”.
En los anuncios, es el destinatario directo de frases como “bella y uniforme patina propia de su edad”, “esfera elegantemente tropicalizada” o “señales de uso normal”, que acepta y cree a pies juntillas ya que le ayudan a disfrutar más plenamente de su reloj (para profanos que lean este texto, dejo constancia de que la traducción de esas frases al lenguaje normal sería, aproximada y respectivamente: “esfera hecha una mierda por haberle entrado polvo y humedad durante años”, “se me olvidó el reloj al sol todo el verano” y “caja con más golpes y arañazos que la saga completa de ‘Rocky’ ”).
Normalmente luce relojes “solo hora” de formato clásico, marcas locales y gama media-baja a los que se les ha borrado alguna letra de la marca o alguna de las inscripciones de la esfera.
EL DOCUMENTADO
Un personaje cuya obsesión son los relojes “con caja y papeles”. Sobre todo los papeles. Si tiene la suerte de poder trazar la pista del propietario de un reloj que le interesa, es capaz de viajar miles de kilómetros con tal de exhumar el cadáver del abuelo del vendedor para analizar su ADN, compararlo con la muestra obtenida de la tapa trasera y verificar que, efectivamente, ese reloj le perteneció y lleva tres generaciones sin salir de la familia, como afirmaba el anuncio. De lo contrario, prefiere no confirmar la compra porque “siempre es mejor no precipitarse”.
EL COMPLETISTA
Sus colecciones suelen ser de las mejores y más coherentes del mundillo. Habitualmente son colecciones mono-marca y muy a menudo incluso mono-modelo, sobre el cual y sus variantes investiga hasta la extenuación y se convierte en erudito. El único problema es que cuando muestra su colección a profanos o aficionados más generalistas no entiende y se escandaliza si le preguntan que por qué tiene tantos relojes exactamente iguales. Es una persona capaz de diferenciar con una venda en los ojos un modelo de Rolex Submariner de otro palpando las aristas de las guardas de la corona. Figura muy extendida también entre coleccionistas de Omega Speedmaster.
EL COMPULSIVO
Este perfil responde más a un acumulador que a un coleccionista real. Lo que le satisface y motiva es el proceso de encontrar y comprar el reloj; la posesión posterior es únicamente una mera consecuencia, no siempre deseada. Aunque suele apretar con el precio que está dispuesto a pagar y es firme y exigente (por usar un eufemismo…) en las negociaciones, no lo es tanto en cuanto al estado u originalidad de la pieza: total, es perfectamente consciente de que en cuanto le llegue a casa se va a aburrir de ella, le va a agobiar haberla comprado y la va a malvender pronto para comprar otra. Son sufridores por naturaleza. Si eres un coleccionista de otro tipo, siempre resulta de interés tener amigos entre este colectivo: ahorran gran parte del trabajo de búsqueda y suelen vender barato o con prisas.
EL RASTREATOR
Conoce todas (y cuando digo todas es todas) las páginas de Internet en las que se puede poner a la venta un reloj, incluso las que están en chino o japonés y aquellos sitios rusos de la deep web donde salen a la venta esos Rolex que son distraídos a sus legítimos propietarios. Pasa horas ante la pantalla del móvil o el ordenador. Tiene alertas activadas hasta en las casas de empeños de su barrio y llega de madrugada a los mercadillos antes de que monten los puestos. Prácticamente nunca compra nada, pero está al tanto de todas las ofertas y la oscilación de precios del mercado para la mayoría de modelos y marcas más reconocibles. Un gran asesor para otros coleccionistas.
EL DE PRESUPUESTO ILIMITADO
Aunque la reciente crisis económica ha contribuido a su moderación y ha puesto en peligro la pervivencia de esta figura, este tipo de coleccionista es aún una de las causas de la burbuja de la relojería vintage y sus constantes incrementos de precio. Nunca discute el coste: ¿para qué? Negociar el precio “es de pobres”, así que paga lo que le pidan y además tiende a creer erróneamente que cuanto más caro es un reloj más valor de coleccionismo posee. No siempre es un ejercicio de arrogancia: simplemente se ganan su dinero y lo gastan como consideran oportuno, nada hay éticamente objetable a ello. Pero esa disponibilidad les hace caer en una cómoda seguridad y aceptar que un Rolex 16610 no puede ser bueno si cuesta menos de 7.000 euros. Y así nos va a los demás. Es presa habitual de dealers italianos (Italia es un lugar mitológico de la geografía relojeril donde te pueden pedir 20.000 euros por un Universal Genève Space Compax sin reírse ni nada…). Muy estimado por los vendedores en general.
EL CHOLLERO
No colecciona, busca gangas. Tanto le da un reloj de oro que un digital que un Longines 30L que un Lip de plástico; lo que quiere es poder decir que ha pagado bastante menos de lo que cree que vale una pieza. Némesis psicológica del anterior, su fuerza global como colectivo no es suficiente para contrarrestar el incremento de precios causado por los de bolsillo inacabable.
EL INVERSOR / ESPECULADOR
En cierto sentido emparentado con el chollero, pero a un nivel económico superior. Aunque le gustan y suele adquirirlos inicialmente para usarlos, solo compra relojes que crea que podrá revender más caros. No siempre es importante que respondan a algún criterio especial, solo que estén “bien comprados”. El concepto amortización es desconocido para él: por mucho tiempo que haya usado un reloj, a sus ojos siempre lo verá en el mismo estado en que estaba cuando lo compró y nunca aceptará venderlo por el mismo o menos dinero. Se extraña muchísimo de que los relojes que anuncia no salgan en diez minutos y nunca acaba de entender por qué siempre pierde dinero con sus ventas.
EL FUNDAMENTALISTA HISTORICISTA
Para describirle, bastan dos imágenes comparadas:
Que el calibre 13ZN esté compuesto por más de un centenar de micro-piezas diferentes y que todas las restantes sean perfectamente originales es un argumento que ni va a escuchar, eso en el caso de que no se ofenda si se le comenta.
Lo pasa muy mal y quema pestañas en publicaciones antiguas, revistas y foros de internet comparando maquinarias, agujas, coronas y esferas para asegurarse de que aquello que quiere comprar cumple absolutamente con todos los estándares kosher.
Cuando consigue relajarse, puede ser una gran fuente de datos e información.
EL LOCALISTA
No se fía de nadie que viva a más de 10 kilómetros de su casa. No se fía del servicio postal. No se fía de las empresas de mensajería. No se fía de nadie que hable en otro idioma. No se fía de vendedores de mercadillo (en esto hace bien…). No se fía de nadie al que no conozca personalmente o pueda tratar cara a cara. A menudo invita a café o cañas para facilitar que la otra parte acepte el encuentro para entrega en mano. Su colección puede ser buena o mala, pero siempre dependerá de lo que pongan en venta sus vecinos, aunque no siempre se fía de ellos.
EL SEIKOLECCIONISTA
Un espectáculo en sí mismo. Consciente de que vive en un universo paralelo de formas y colores inagotables -algo parecido a la fábrica de “Charlie y la fábrica de chocolate” pero en relojería- se forma para obtener las herramientas y habilidades, particularmente memorísticas y visuales, que le permitan sobrevivir en él. Conoce al dedillo la mayoría de configuraciones de esfera y combinaciones de caja y brazalete de la marca pre-1977; y miren que es complicado. Además, es capaz de distinguir sin problemas entre dos tonalidades de naranja claro prácticamente iguales para determinar cuál de los dos juegos de agujas es –esa palabra que para ellos es peor que el advenimiento del fin del mundo- aftermarket. Presenta lazos familiares con los completistas y dispone de una terminología propia: ¿o es que alguien más sabe qué significa kakume, pogue, tuna o tokei zara?
Pues ya veis. Imagino que en realidad se trata simplemente de los rasgos dominantes del carácter y personalidad de cada uno aplicados a la persecución y acumulación más o menos ordenada de relojes, pero hay muchas formas de afrontar el coleccionismo. Todas legítimas, todas entretenidas, todas satisfactorias. Porque al fin y al cabo todas comparten el respeto, la admiración y el cariño por unos objetos que lo merecen mucho.
5 Comments
Muy bueno Luis!! Por supuesto me incluyo en varias categorías )
Que gran artículo. Un 10!
Todavía me estoy riendo.
Muy bueno Luis. Ya queda menos para poder leer tu siguiente artículo.
Magnifico.Me siento retratado en varias categorias.
Saludos.
Ultimamente si se tiene con que es una buena inversion empezar a coleccionar relojes , sobre todos los mas raros que uno encuentra como reliquia familiar .